SUMMERTIME.

Por fín, después de tanto tiempo esperándolo, ha llegado.

Realmente, llegó la semana pasada, pero debido a mi poco tiempo, y a mis pocas ganas de poner aquí cualquier cosa, lo he dejado para más tarde.

Han llegado las mañanas de estío, y los paseítos a la piscina con tremenda cara de sueño. Los asentamientos playeros, y la búsqueda y captura de un hueco donde tomar el sol, y quién sabe, hasta darse un bañito. Han llegado los anuncios de las rebajas, y los atascos, y el tener que mirar dónde está aquella sombrilla de flores junto a tus cosas, porque te has perdido de camino a ellas. Han llegado los bocadillos de leche condensada y colacao para merendar, las barbacoas, las fiestas de los pueblos, el sentarse en el paseo a tomar un granizado, a quejarse del calor, y a contar chismorreos que nos ponen de tan buen humor. Ha llegado la hora de olvidarse de los estudios por unos meses, y de agradecer no ver a ése que te ha hecho la vida imposible, y de echar de menos a quien hizo más amena la llegada de las vacaciones. Ha llegado el momento de hacerse la maleta, de las noches en tiendas de campaña, de ver las estrellas a las cinco de la mañana, de paseos hasta el mercadona, de cines, de cantar canciones, y de batidos de chocolate. De quedarse despierto hasta tarde, y de levantarse tarde también... Han llegado las camisetas de tirantes, los pantalones cortos y las chancletas. Las toallas y las gafas de sol. El protector y las gomas del pelo. Ha llegado el saber con quién me dejo al perro, y el repasar mentalmente si te dejaste cerrada la llave del gas. Han llegado los juramentos de amor eternos, que luego no llegan a ser tan eternos, y las amistades que quizás duren un poco más...

¡FELIZ VERANO!

Porque aunque este no sea ni el primero ni el último, hay que disfrutarlo como si lo fuera.

Es época de comerse el mundo.