Ciertamente, Anne nunca había pasado por nada parecido a aquello. Algo en su mente decía; "¡Vamos, es tu turno!". Su otra parte la atornillaba contra el asiento sin dejar que se moviera. Repitió en su mente cada una de las palabras que debía decir. No podía. Ella era, sencillamente, una cualquiera.
Compañera, usted sabe puede contar conmigo. No hasta dos o hasta diez;sino contar conmigo. Si alguna vez advierte que la miro a los ojos y una veta de amor reconoce en los míos; no alerte sus fusiles, ni piense ¡qué delirio! A pesar de la veta, o tal vez porque existe, usted puede contar conmigo...